Por Miguel Ángel Ferrer/Rebelión
En México, durante largos decenios, las expresiones golpe de Estado, golpismo y dictaduras militares eran de uso corriente, pero nunca o casi nunca se empleaban en referencia a la sociedad mexicana. Se utilizaban para referirse a procesos políticos vigentes, también por décadas, en otras naciones de América Latina y el Caribe.
Quizá los más célebres matrimonios entre golpe de Estado y dictadura militar se dieron en Chile, Argentina, Venezuela, Uruguay, Brasil, Cuba, Guatemala, Honduras y Paraguay. Más recientemente los golpes de Estado de carácter militar se transformaron en golpes parlamentarios o golpes judiciales, también llamados golpes blandos, como en Brasil, contra Dilma, y Paraguay contra Fernando Lugo.
Pero, blando o clásico, el golpe siempre se inició con un coordinado ataque mediático, nacional e internacional, contra el gobierno que se pretendía derrocar, a fin de crear las condiciones de desestabilización que justificaran el golpe.
De esa vieja y conocida historia negra se están presentando ahora mismo signos en México. Desde la asunción del régimen popular de López Obrador las expresiones golpe y golpismo empiezan a usarse y repetirse con preocupante frecuencia. Y los iniciales signos del fenómeno se encuentran, como siempre, en el coordinado, feroz y falaz ataque mediático con fines desestabilizadores. Y últimamente han aparecido nuevas señales de golpismo: importantes cuadros militares del viejo régimen ya han expresado pública y solemnemente sus inconformidades con el rumbo económico y social que lleva el nuevo gobierno. ¿Señales aisladas o sólo la punta del iceberg?
Tan claro fue el mensaje golpista, que éste obligó al Presidente de la república y al secretario de la Defensa a ocuparse del asunto, a condenarlo categóricamente y a cerrar filas en defensa de la institucionalidad democrática.
Como lo demuestra sobradamente el muy actual caso boliviano, ante la imposibilidad de llegar o retornar al poder por vía electoral, la derecha siempre tiene en mente el recurso golpista.
Y si bien, como dice López Obrador, por ahora no hay condiciones para el golpismo, éstas se pueden ir fabricando mediante el expediente de la campaña mediática desestabilizadora, como la que desde hace un año y cada día más se hace presente en México.
Contra la calumnia y la desinformación mediáticas el arma más efectiva es la información veraz. Pero no debe descuidarse el flanco del golpismo duro. El caso boliviano nos lo está recordando a gritos.
Blog del autor: www.economiaypoliticahoy.wordpress.com