Por Ricardo García Jiménez/APIM.
Hace unas semanas ante los lamentables sucesos que se dieron en El Paso Texas, donde un individuo de nombre Patrick Crusius, masacro a 22 personas en un centro comercial, bajo el argumento que odia a los mexicanos, hecho que manifiesta la presencia de un arraigado conservadurismo nacionalista (blanco, musulmán, neonazi, o cualquier otro) que tienden a crecer en diferentes estratos de las sociedades mundiales.
Crusius hombre blanco de 21 años, oriundo de Allen, un suburbio de Dallas, se entregó a la policía después del tiroteo. Los medios estadounidenses identificaron al atacante como Patrick Crusius, y lo vincularon con un manifiesto publicado en internet que incluyó párrafos xenofóbicos contra el pueblo de México. Crusius escribió que el ataque «es una respuesta a la invasión hispana de Texas» y aludió su acción a los tiroteos en la ciudad neozelandesa de Christchurch, Nueva Zelanda, donde un hombre blanco mató a 51 fieles islámicos al abrir fuego dentro de una mezquita en marzo de este año.
Haciendo un poco de memoria recordemos que desde la década de mil novecientos de siglo XX hasta los más recientes ataques en Texas existe una continuidad de hechos que revela la creciente presencia de estos extremismos internos o externos que buscan sectores de la población como objetivos para revindicar sus luchas ideológicas, religiosas o sus frustraciones grupales mediante ataques claramente organizados, en orden cronológico y evoquemos algunos de los atentados ocurridos:
- Buenos aires. El 18 de julio de 1994 un coche bomba se estrelló contra la Asociación Mutual Israelita Argentina
(AMIA). Con dicho atentado murieron 85 personas y 300 resultaron heridas, lo que ha constituido el mayor ataque terrorista del país argentino. Del total de muertos, 67 víctimas se encontraban dentro de la AMIA y otras 18 en las inmediaciones del edificio. Años después de aquel suceso, en 2006, la justicia argentina acusó formalmente al gobierno iraní de haber planificado el atentado ayudado por Hezbolá, partido encargado de ejecutar el ataque. Antes el 17 de marzo de 1992 tuvo lugar un atentado contra la Embajada de Israel en Argentina, que causó la muerte a 22 personas e hirió a otras 242.
- Santiago de Chile. El 8 de septiembre de 2014 explotó un coche junto al centro comercial ‘Subcentro’, contiguo a la estación de metro Escuela Militar e hirió de gravedad a 14 personas con lesiones de diversa consideración. No hubo muertos, pero se considera el peor ataque que ha sufrido.
- El 14 de julio de 2016 fallecieron 85 personas al ser arrolladas por un camión en el paseo de los ingleses de Niza durante los festejos de la fiesta nacional francesa. El atacante, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, quien fue abatido por la policía, era un ciudadano tunecino con residencia en Francia que había alquilado días antes el vehículo con el cual atropelló a gran velocidad y a lo largo de casi dos kilómetros a grupos de congregados para ver los fuegos artificiales, dejando un reguero de muerte y de escenas de pánico a su paso. El autodenominado Estado Islámico (ISIS) asumió la autoría del atentado. El ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, declaró entonces que Lahouaiej Bouhle parecía haberse radicalizado «muy rápidamente», según la información proporcionada por personas «de su entorno».
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Berlín. El 19 de diciembre de 2016, un camión irrumpió en un mercado navideño y dejó 12 muertos y 48 heridos, en un ataque cuya autoría fue asumida por el Estado Islámico. El atacante, el tunecino Anis Amri, fue abatido cuatro días después por la policía italiana en Milán. El camión utilizado para atentar había sido robado a un camionero polaco (quien fue asesinado por Amri y se convirtió en la duodécima víctima del ataque) y gracias a un sistema de frenado automático no causó más víctimas. Hacía tiempo que los servicios de inteligencia alemanes temían que los mercadillos navideños fueran objetivos yihadista.
- El 22 de marzo 2017, un terrorista sembró el pánico en las inmediaciones del Parlamento de Reino Unido, cuando el individuo atropelló con camioneta a numerosos transeúntes en el puente de Westminster. Después de chocar el vehículo contra una verja, bajo del transporte y atacó con un cuchillo a los agentes que vigilaban el acceso a la Cámara británica. Cuatro personas murieron en el ataque y una quinta falleció después como consecuencia de las heridas que sufrió. El agresor, identificado como Khalid Masood (cuyo nombre era Adrian Russell Ajao antes de convertirse al islam), era de nacionalidad británica y fue abatido por la policía cuando intentaba entrar en el Parlamento. También en este caso, ISIS asumió la autoría del atentado.
- Cuatro personas murieron y otras 15 resultaron heridas el 7 de abril de 2017 cuando un camión atropelló a la multitud en Estocolmo, en la calle Drottninggatan, una zona peatonal y una de las arterias comerciales de la capital sueca. El primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, señaló que todo apuntaba a que se trataba de un «ataque terrorista».
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La noche del 3 de junio de 2017, una furgoneta arrolló a una veintena de peatones junto al Puente de Londres. Tras el atropello, los tres ocupantes continuaron circulando hasta el cercano mercado gastronómico de Borough, descendieron del vehículo y apuñalaron a varias personas. La policía los abatió. El atentado se saldó con ocho muertos, entre ellos un español, y más de 40 heridos.
- En junio de 2017, un hombre galés de 47 años, Darren Osorne, embistió con su automóvil a un grupo de musulmanes que regresaban del rezo de medianoche del ramadán cerca de la mezquita de Finsbury Park, en el norte de Londres. Nueve personas resultaron heridas tras el atentado y un hombre murió en el acto, aunque la Policía no precisó si había fallecido a causa del choque o como resultado de un desvanecimiento que había sufrido antes del atropello. El imam de la mezquita evitó que una multitud enfurecida agrediera al atacante. «Ya he hecho lo que tenía que hacer», declaró el asaltante tras perpetrar el asalto.
- Seis militares que formaban parte del gripo de operaciones antiterrorista Sentinelle resultaron heridos en agosto de 2017 cuando un auto BMW negro los embistió. Esto en el municipio de Levallois-Perret, a seis kilómetros del centro de París. Aunque el acto no recibió la calificación de «terrorista», el ministro del Interior, Gérard Collomb, lo definió como «deliberado» y su investigación recayó en la sección antiterrorista de la Fiscalía de París. El conductor, Hamou Benlatreche, es un hombre de nacionalidad argelina fue residente legal en Francia y sin antecedentes policiales ni judiciales.
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Los días 27 y 28 de enero 2018 se llevaron a cabo dos ataques contra estaciones de policía en Barranquilla. Siete agentes murieron y otras 45 personas resultaron heridas en tres atentados contra comisarías de policía. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) se atribuyó el acto terrorista.
Estos y muchos otros hechos manifiestan una radicalización y un extremismo que no es un fenómeno ajeno a las sociedades que les aquejaban. El problema del radicalismo no resulta novedoso como tampoco resulta exclusivo de grupos afines al ultra conservadurismo religioso o ideológico.
Su posible auge obedece a factores tan diversos como la desinformación, la falta de oportunidades, de seguridad y de crecimiento económico, o apelando a sus propios elementos constitutivos como agrupaciones sociales que se distinguen de otras como favorecer tradiciones y oponerse a los cambios políticos, sociales o económicos radicales, que les sean adversas oponiéndose al progresismo que puede desplazarlos de sus posiciones que han adquirido.
El mundo se ve inmerso en una mayor polarización de sus distintos sectores sociales, muchos de los cuales se alimentan de los sesgos de la desesperanza y la desesperación ante un día a día viciado, nocivo, esencialmente injusto e inequitativo, dado lo cual se veían seducidos por medidas extremas ante una situación de igual magnitud.
Latinoamérica en particular se ha visto relativamente libre de las actitudes conservadurista que utilizan los ataques terroristas para revindicar o hacer emerger todo su funesto esplendor de aceptar la diversidad y complejidad de los grupos sociales que campean por todo el orbe del planeta. Los Estados Unidos de América, una de las naciones multiculturales que ha sido nutrida por los diferentes flujos migratorios de los más recónditos lugares del globo terráqueo, ha sido víctima de igual manera por sus propios grupos conservadores y nacionalistas que asumen conductuales extremas e irracionales.
La respuesta en ninguno de los casos está en la erradicación de determinado culto o premisa ideológica, sino en los
factores que permitían que semejantes distorsiones de la realidad parecieran válidas para esos grupos. La mayor amenaza radica en el fanatismo y dogmatismo donde:
- Los discursos de sus líderes con respecto a sus enemigos externos e internos, según estos actúan en detrimento del conjunto social que dice representar (partidos políticos, migrantes, grupos religiosos, sistemas económicos), justificación que utilizan para combatir con violencia, desde un fervor desmedido a estos.
- La retórica de la defensa a ultranza del nacionalismo a través de un patriotismo exacerbado, lleva a una dicotomía excluyente entre el “amigo o enemigo” entre aquellos ajenos a «nosotros» (colectivización) que nos violentan y oprimen.
- La demagogia detrás de las promesas inviables y las soluciones simplistas, tan comunes entre los caudillos latinoamericanos, generalmente alientan la violencia.
Ciertamente que no existen peores consejeros que la desesperanza y el miedo a lo desconocido; ante ambas situaciones, la salida es una dosis de racionalismo y sentido común para evitar un reduccionismo como respuesta visceral a una supuesta pérdida o arrebato por los “otros”. Si ambos convergen el resultado es catastrófico.
Los problemas esenciales, mismos que debían atenderse de manera prioritaria, recaían entonces en tales aspectos como la ignorancia, la marginación, la manipulación y la alienación. La utilización de estos elementos como la ignorancia, por una parte, y la retórica por otra, acompaña en los últimos años de actitudes autoritarias de los líderes de esos grupos.
Es un hecho que un sector de la sociedad norteamericana, sobretodo la juventud que se encuentra alienada a una visión telenovelera a trasvés de los “reality shows” son manipulados como productos de los gobiernos radicales de derecha, extrema izquierda (dictaduras) o teocráticos, los cuales tratan de inducir estereotipos a seguir e influyendo en la población del supuesto enemigo que viene a rebatarles los suyo.
Por ejemplo, los votantes norteamericanos estuvieron coqueteado en pleno proceso electoral con las propuestas de una derecha xenófoba, demagógica y extremista también, sustentada en el poco crecimiento económico de los últimos años de ese país, sumado al fenómeno migratorio y a la falta de empleo de quienes creen ver algo de luz en esa nación.
No existe formula o estrategia operativa en América o en la Unión Europea que logre modificar o resarcir esta disonancia entre posturas y perspectivas; ya que ello corresponde al ámbito social, económico, político, educativo y cultural de las naciones. He ahí el dilema que de no resolverse o al menos atenuarse estas ideas distorsionadas creando enemigos que fomenten ataques terroristas a grupos de migrantes asentados en ciertos territorios que a la postre son víctimas potenciales de tales actos.
El radicalismo va al alza y el hartazgo aguijonea a ciertos grupos sociales que han sido blancos de estos ataques que pueden responder de manera inversamente proporcional a los actos terroristas. Sin embargo, cabe mencionar que una obscura noche nos aguarda si no sabe diagnosticar y resarcir si promesas vacuas la compleja situación tanto regional como internacional del conservadurismo nacionalista radical.